Sobre la Semana Santa 2012

Hoy, en la misa por Domingo de Ramos, el sacerdote de mi parroquia hizo una hermosa homilía. Me encantaría compartirla con vosotros.

Primero, tomemos en cuenta que hoy se recuerda aquel día en que recibieron a Jesús con ramas que cortaban de los árboles y mantos que echaban en tierra y aclamaban: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!».

Esas mismas personas que lo recibieron con algarabía en sus corazones lo mandaron a crucificar unos días después, eligiendo liberar a un ladrón y asesino llamado Barrabás. Escogieron liberar a aquel que les iba a lastimar, en lugar de dejar ser al Hijo de Dios.

Pero, todo esto estaba escrito, y era para que sucediera así. Sólo sacrificándose a sí mismo (muriendo el grano de trigo) podía salvar a la humanidad entera del pecado.

Pero, ¿te dejas salvar?

En todas las épocas el ser humano ha hecho lo que le ha venido en gana. No son muchos los que escuchan el llamado de Dios. Y son menos los que eligen el camino que Él les depara. Es como que preferimos tener todo aunque sea por un breve momento en lugar de sacrificarlo todo para tener algo más placentero y duradero. Somos verdaderos rebeldes sin causa, haciendo lo que queremos cuando queremos sin conseguir una felicidad plena. La verdadera felicidad está en el Dios de amores.

Por eso, queridos lectores, me llamó mucho lo que dijo el sacerdote hoy.

–          ¿Por cuántas monedas he vendido a Jesús?

–          ¿Lo voy a crucificar en esta Semana Santa?

–          ¿Por qué no mejor me crucifico yo para variar?

Es obvio que no se expresó con estas palabras. Mi memoria, en ese aspecto, es muy mala, pero el mensaje es claro.

¿Cuándo lo vendo? Cuando:

–          Teniendo la oportunidad de hacer algo bueno, elijo lo malo.

–          Pudiendo ir a misa, prefiero ver televisión.

–          Sabiendo que por mi casa va a pasar el Viacrusis a las 07:30 am, me pongo lo que sea en los oídos para que no me moleste el “ruido” y dormir.

–          Me preguntan para hacer una de las lecturas de la vigilia del sábado, y les digo que no, ya que será muy tarde y no quiero trasnocharme en la iglesia.

Pero:

–          Si fuese una maratón de mi programa favorito, no me importaría amanecerme.

–          Si es una fiesta con todas las de ley, no me importa el ruido (y ahí sí que es el verdadero ruido), ni el trago que va de mano en mano, y otras cosas que se pasan y suceden ahí…

–          En el mismo caso de la fiesta, o una salida a discoteca, no me importa salir tarde de mi casa y en lo posible ir de lugar en lugar e incluso amanecerme fuera de casa bailando, tomando y quién sabe qué más.

Estos son unos cuantos ejemplos, pero hay peores. Y ustedes saben que en verdad es así.

Uno de los ejemplos que puso el padre fue sobre la infidelidad y la desobediencia.

–          Infidelidad: En este caso vendes a Jesús cuando eres infiel a tu pareja (enamorado/a, novio/a, esposo/a). No es necesario tocar fondo. Recordad que hay pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión.

–          Desobediencia: Cuando nosotros, en el papel de hijos, desafiamos a nuestros padres. A veces tachamos a nuestros padres de anticuados, que no nos entienden. Nos mandan a comprar a la tienda de la esquina y no queremos ir. Ah… pero si se trata de ir al cine con los amigos o a simplemente ver vitrinas en un centro comercial nos desesperamos porque no nos dan permiso y se desata la batalla campal entre padres e hijos. ¿Es eso bueno? Como que… ¡no!

Y las dos siguientes preguntas… en verdad no tienen precio.

–          ¿Lo voy a crucificar en esta Semana Santa?

–          ¿Por qué no mejor me crucifico yo para variar?

Cuando hacemos cosas que no debemos, cuando no cumplimos los mandamientos, cuando somos en verdad desobedientes para con nuestro Padre Celestial, no solo lo vendemos cual Judas Iscariote. Resulta que terminamos haciendo algo peor. Lo crucificamos.

Sí, así como lo lees. LO CRUCIFICAMOS.

Cada vez que hacemos algo malo, es como si claváramos con nuestras propias manos a Jesús en el Gólgota. Hundimos cada milímetro más ese clavo entre su piel, sus huesos, sus músculos y la madera cada vez que volvemos a pecar.

Y lo matamos.

¿Se dan cuenta de lo que hacemos al desobedecer? Y parece algo inocente, ¿verdad?

Pero, ¿y si nos sacrificamos nosotros?

No, estimados. No se refiere a tirarte al piso sobre una cruz, que alguien te clave a la misma y te pongan como a Jesús en un monte. Se trata de cambiar. Ofrecerte como sacrificio. Desechar el hombre viejo para que surja el hombre nuevo, cual ave fénix de las cenizas.

Por si tenéis dudas, es posible, si tenéis fe y dejáis actuar a Dios en tu vida.

Es parte de la naturaleza humana el equivocarse, y no hay ser humano perfecto. Mas hay que recordar que todos estamos llamados a la santidad.

Difícil, sí. Pero no imposible.

Recordad cierta cita bíblica que es mi favorita, Filipenses 4,13: “Todo lo puedo con Aquel que me da fuerzas.”

Si dejáis que Dios tome el timón de vuestras vidas, encontraréis la verdadera felicidad.

Ahora, para terminar esta reflexión, os pregunto… ¿Qué vais a hacer en esta Semana Santa? ¿Crucificar de nuevo a Jesús o crucificarte? ¿Hacer que otro muera por tus pecados o asumir tu responsabilidad y cambiar para bien?

Recordad que es de vivir la Semana Santa completa, asistiendo a todo lo que se presente en la parroquia a la que asisten. Reflexionad todo lo que se hace y descubrid el mensaje que Dios tiene para vosotros.

¡Disfrutad de esta Semana Santa!